San Juan de Capistrano

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(Catholic.net)- Los cuarenta años de vida activa del fraile franciscano Juan de Capistrano transcurrieron casi exactamente en la Primera mitad del siglo XV, puesto que ingresa en la Orden a los treinta años de edad, en 1416, y muere a los setenta, en 1456.

Si recordamos que en este medio siglo se dan en Europa sucesos tan importantes como el nacimiento de la casa de Austria, el concilio, luego declarado cismático, de Basilea y la batalla de Belgrado contra los turcos, y añadimos después que en todos estos acontecimientos Juan de Capistrano es, más que partícipe, protagonista, se estimará justo que le califiquemos como el santo de Europa.

Etimológicamente significa “Dios es misericordia”. Viene de la lengua hebrea. Fue beatificado el 19 de Diciembre de 1650 por Inocencio X y canonizado el 16 de Octubre de 1690 por Alejandro VIII.

Nació en Capistrano, diócesis de Sulmona, Italia, en 1385. Hijo de un caballero francés o alemán que murió cuando Juan era joven. Estudió con esmero en la Universidad de Perugia (Cerca de Asís). Fue abogado y juez. En 1412 fue nombrado gobernador de Perugia por Landislaus rey de Nápoles, quien tenía control de esa ciudad.

Luchó contra la corrupción y el soborno. Cuando estalló la guerra entre Perugia y Malatesta en 1416, Juan trató de conseguir la paz, pero en vez lo tomaron prisionero de guerra. En la cárcel decidió entregarse del todo a Dios. Tuvo un sueño en el que vio a San Francisco que le llamaba a entrar en la orden franciscana. Juan se había casado justo antes de caer preso, pero el matrimonio nunca se consumó y fue declarado nulo.

Entró en la orden franciscana en Perugia el 4 octubre de 1416. Tenía 30 años por lo que el maestro de novicios lo puso a prueba dándole los mas humildes oficios. Fue discípulo de san Bernardino de Siena quien le enseñó teología.

Se distinguió como predicador aun siendo diácono. Ordenado a los 33 años. Por 40 años fue predicador itinerante por Italia y otros países. Una vez en Brescia (Italia) predicó a una multitud de 126,000 personas que habían venido de las provincias vecinas. Por su radical llamada a la conversión y su sencillez, la gente lo relacionaba con san Juan Bautista. Traían las cosas de superstición y ocultismo y las quemaban en hogueras públicas. Tenía gran fama por su don de curación y le traían a los enfermos para que les haga la señal de la cruz.

Muchos jóvenes le seguían a la vida religiosa. Estableció comunidades franciscanas. Escribió extensivamente, sobre todo contra las herejías de su época. Muchos de sus sermones se conservan. Dos veces la comunidad franciscana lo eligió como vicario general.

En visita en Francia conoció a santa Colette, reformadora de la orden de las clarisas, con la que simpatizaba. Juan tenía gran don para la diplomacia. Era sabio y prudente, sabiendo medir sus palabras para que estas sirvan la voluntad de Dios.

Cuatro Pontífices -Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III- lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron nombrarlo obispo de importantes ciudades pero prefirió seguir siendo un pobre predicador. Fue nuncio apostólico en Austria donde predicó extensivamente y combatió la herejía de los husitas.

También predicó con gran fruto en Polonia, invitado por Casimiro IV. En 1451 el Sultán Mehmed II se lanzó una campaña con el fin de lograr la conquista de Europa. Conquistó a Constantinopla en 1453 y entonces se preparó para invadir a Hungría. En 1454 Serbia cayó en sus manos. Las noticias procedentes Serbia eran horribles: quienes se resistían a renunciar a Cristo eran torturados. Todo lo que fuese cristiano era destruido o confiscado.

En 1454 Juan Capistrano participó en la dieta de Frankfort y se dispuso a preparar la defensa de Hungría. Fue a Hungría y predicó una cruzada en defensa de la cristiandad. A la edad de 70 años el Papa Calixto II lo comisionó para dirigirla. En Szeged unió el ejercito de campesinos que había reunido con el ejército de Hunyady y ambos se dirigieron a Belgrado.

Se decía que los cuarteles parecían casas de religiosos mas que campamentos militares porque en ellos se rezaba y se predicaba la virtud. Se celebraba misa diaria. A Juan Capistrano le tenían un gran respeto. Los musulmanes atacaban a Belgrado. Contaban con 200 cañones, 50.000 de caballería y una gran flota que penetró por el río Danubio. Ante la superioridad de las fuerzas enemigas, los cristianos pensaban retirarse. Pero intervino Juan de Capistrano convenciendo a Hunyady a que atacara la flota turca a pesar de ser mucho más numerosa.

En el momento en que los defensores de la ciudad se iban a retirar dándose por vencidos, Juan los animó llevando en sus manos una bandera con la cruz y gritando sin cesar: «Jesús, Jesús, Jesús». Recorrió todos los batallones gritando entusiasmado: «Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión».

Juan nunca utilizó las armas de este mundo sino la oración, la penitencia y la predicación. Mientras se luchaba en Belgrado, el Papa pidió rezar el Angelus por la victoria. Los musulmanes fueron vencidos y tuvieron que retirarse de la región. Así se ganó la batalla de Belgrado el 21-22 de julio de 1456.

San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios su vida por salvar la cristiandad. Dios le aceptó su oferta y pronto murió junto con Hunyady víctimas del tifo. Los cadáveres de los muertos en batalla causaron una epidemia de tifo que también contagió al santo que ya estaba débil y anciano. Murió en Villach, Hungría, unos meses mas tarde, el 23 de octubre.

Fuente: Corazones.org         

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Comentarios
3 comentarios en “San Juan de Capistrano
  1. Hombre, puede decirse que la sucesión de aquellos concilios del XV fuera cismática o poco friendly con el papa (los italianos saquean Roma y los palacios cardenalicios y proclaman la república, no sé de qué se quejan estos melindrosos de hoy porque les tiran un ídolo al Tíber), pero algunos de sus documentos ejercieron gran influencia doctrinal posterior (sobre el sostenimiento de la inmaculada concepción de María, por ejemplo). No eran cuatro desarrapados los que allí se reunieron. Los mandaban los reyes cristianos en un tiempo turbio en la Cristiandad dividida. Nosotros mandamos a la flor y nata de nuestra teología y de nuestro clero. Y bien que quedó, por cierto. Glorioso don Alonso de Cartagena, Juan de Segovia… ya quisiéramos tener hoy teólogos y curas así.

    1. Una de esas veces en las que la Fe se defiende con la espada. La Reconquista, Lepanto y la Cruzada española contra el marxismo fueron otras tantas. Todavía no hace falta, pero se puede usar la lengua para reclutar «soldados» que defiendan la Fé y no haya que llegar a las armas.

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